Millones de clientes en alerta. La reestructuración de la banca española ha dado estos días pasos decisivos, con la llegada de los fondos europeos que capitalizarán a las entidades necesitadas, la evaluación de otros grupos receptores de ayudas públicas, la constitución del ‘banco malo’, la ampliación del Popular y el anuncio de la integración de Banesto en la red del Santander. Estas operaciones, y otras de menor calado, como la compra de la red de Caixa Penedés en Aragón y Cataluña por el Sabadell, además de repercutir en los balances de las entidades, inciden en las relaciones de los clientes con su banco o caja ‘de toda la vida’.
El cierre de sucursales y la dedicación de algunas entidades a su ámbito de influencia no solo modifican el mapa bancario. También trastocan, y mucho, un tejido marcado por la alta bancarización de la sociedad española. Las autoridades económicas exhiben, con orgullo, una transformación que reducirá a menos de la mitad el número de entidades financieras. Con activos superiores a los 30.000 millones de euros van a quedar dieciséis –entre ellas Kutxabank–, y el resto, hasta un centenar, serán pequeñas cajas, bancos de negocios o cooperativas. ¿Qué le puede ocurrir a un usuario en esta mudanza generalizada?
Cambio de sucursal sin riesgos
El proceso emprendido supone un cierre generalizado de oficinas. Fuentes del sector calculan que desde el arranque de la crisis han bajado la persiana una de cada cinco. De partida, el traslado de clientes de una sucursal a otra es una práctica que no conlleva riesgos, salvo los derivados del desconocimiento. Se acabaron los avisos personalizados –frecuentes, incluso, en las grandes ciudades– ante un eventual descubierto, o un cargo de origen poco fiable. Por descontado, este trasvase de usuarios potenciará la floreciente y mucho más barata comunicación a través de Internet.
Ojo a las condicionesde los contratos
En los cambios a una nueva entidad, los problemas se multiplican. Cierto que el cliente suele ir a parar a un grupo más solvente, lo que supone una ventaja, pero está claro que su identidad se difumina. En todo caso, el nuevo proveedor de servicios financieros tiene que respetar las condiciones de los contratos en vigor, pero no está claro que lo haga de oficio. Por lo general, los empleados bancarios tienden a generalizar. Y es posible que el usuario tenga que recordar, por ejemplo, que su hipoteca no tiene suelo, o que en su día asumió un préstamo con el tipo de interés vinculado a los movimientos de una tarjeta de crédito. Por descontado, si contrató un depósito a plazo remunerado, no perderá la rentabilidad acordada durante el tiempo de vigencia.
Comisiones libres...y al alza
Las comisiones son libres, pero su modificación ha de ser comunicada. Todas han subido, pero según la asociación de consumidores Adicae, el alza ha sido mayor en las entidades intervenidas. El cliente que consiguió un trato particular con su entidad de crédito y que se ha visto traspasado a otro banco o caja por distintas causas –venta de redes, integración– tiene derecho a exigir que se le mantengan las condiciones... durante el plazo establecido. Cuando se le informe de un cambio podrá decidir si le interesa permanecer o cambiarse a otra entidad. Si ya ha pagado la cuota anual de un servicio, por ejemplo el de uso de una tarjeta de crédito, también conserva el derecho correspondiente durante ese plazo, sin que se le pueda exigir un nuevo desembolso.
La transición de Banesto a Santander
Los traspasos no se producen de la noche a la mañana. La integración de Banesto en la red Santander, por ejemplo, llevará un tiempo –está previsto que culmine en abril– que dará oportunidad a la transferencia de clientes conservando las condiciones pactadas. El grupo insiste en destacar las ventajas: aunque el número de oficinas del grupo se reducirá en unas 700, los clientes tendrán acceso gratuito a todos los cajeros de la red.
El regreso al negocio de toda la vida
De acuerdo con las exigencias del acuerdo europeo de asistencia financiera (MoU), las entidades perceptoras de ayudas deben reducir su presencia a los territorios de origen, y concentrar la actividad en la financiación a los hogares y las pequeñas y medianas empresas. Mientras no se lleva a cabo una venta de redes, las oficinas de las áreas de expansión de Bankia, Banca Mare Nostrum, Liberbank o Novagalicia, tendrán que programar su repliegue. Para el cliente, eso puede suponer un obstáculo o una ventaja, según sepa negociar las condiciones de su permanencia.
Oportunidades en un mundo menos agresivo
Las entidades receptoras de ayudas no pueden incorporarse a la batalla por la remuneración del pasivo. Es decir, que no están en condiciones de competir por los depósitos de los clientes pagando elevados tipos de interés, porque una de las condiciones que les fueron impuestas por Bruselas fue la de no desarrollar «una política comercial agresiva». Pero en el momento en que se ven liberadas de esta exigencia, sus clientes pueden encontrar las mejores oportunidades. Es el caso de Unimm, ahora incorporada a BBVA, o de la alicantina CAM, ya en la órbita del Sabadell. Ambas ofrecen las más altas retribuciones del mercado por los depósitos, hasta niveles que llegan al 4,5% en plazos que van de seis a dieciocho meses.
Una oferta inmobiliaria muy activa
El traspaso de activos inmobiliarios al ‘banco malo’ no ha hecho sino activar la oferta inmobiliaria del conjunto de las entidades. De partida, los requerimientos de ese traslado apuntaban a una pausada influencia en el mercado, porque las entidades han transferido créditos promotores por encima de 250.000 euros y viviendas adjudicadas de importe superior a 100.000 euros una vez aplicados todos los descuentos. En consecuencia, tanto los bancos sanos como los nacionalizados se están volcando en la colocación de los pisos no traspasados, una elevada porción del parque de ladrillo que poseen.